Tito Lucaveche ama el tumulto, la historia contemporánea y el poético equívoco.
En sus obras late una artística impiedad y el más sutil e inaprensible aviso del amor
que corre el riesgo de ser pisoteado......
Una pintura exquisita que nos ensimisma, sobre todo, por su elegancia. A Tito Lucaveche parece brotarle innata, de la manera más espontánea y natural. Su ejemplar maestría lo sitúa en uno de los escalones más altos de la pintura naïf. Este genial artista no concibe su vida sin el pincel. Sus obras se pasean entre dos mundos muy dispares: el real y el soñado. A través de ellos, los personajes cobran vida para nosotros con una magia que parece desbordarse en cada lienzo. Podrían decirse infinidad de cosas y siempre nos quedaríamos cortos.
Tito Lucaveche comenzó a trabajar su pintura sabia e ingenuista en los 70, y en ese campo está considerado uno de los mejores, por su dibujo preciso, gracioso enfoque y colorido particular. Gusta de los ambientes de alborozo y de la Belle Epoque que representa con un imaginativo de personajes bien trajeados. Un mundo en apariencia feliz por lo que Tito Lucaveche vendría a ser lo opuesto al satírico George Groz que ironiza sobre esta sociedad. En suma su pintura es un buen hacer lleno de
maestría, ironía y humor que se manifiesta en la profusión de personajes dentro de un conjunto expresivo de narratividad y armonía de color. Su repertorio es tan rico que parece interminable.
Es la pintura de Tito Lucaveche de una paciencia ejemplar, en la que no cuentan las horas de trabajo porque lo importante es el íntimo disfrute del pintor que goza logrando hasta el pormenor más mínimo del detalle más riguroso. Su arte esta lleno de humanidad, de toda la Humanidad en movimiento pacífico y de buen talante.
Si hubiésemos de definir la obra deTito Lucaveche hablaríamos de una alegría desbordante de vivir que plasma a partes iguales el ambiente mágico y nostálgico de un momento con una labor de crónica social. Se introduce en ambientes cotidianos, recogiendo la vida y el bullicio para hacernos revivir nuestros propios recuerdos y fantasías... juegos con el tiempo y la realidad que se descubren al observador más atento.
Lo cierto es que la pintura costumbrista que ilustró extensos capítulos en la historia del arte, al desaparecer vino a refugiarse en el tranquilo y nostálgico mundo del Arte Naïf y, es a estos pintores a los que debemos buena parte de la fisonomía de nuestro entorno, cierto que seleccionado y estilizado de acuerdo a un concepto pueril. Son ellos los que ilustran nuestro derredor como ahora comprobamos en esta brillante exposición de Tito Lucaveche, quién posee el don sagrado de retener lo mirado, tanto como evocar los sueños, si es que no es lo mismo.... Lucaveche nos encanta desde “su mundo” ingenuamente perfecto.
La producción de Tito Lucaveche, sorprende por la gran cantidad de matices y la intención que despliega en cada composición, donde cada gesto y actitud prende delicadamente del ánimo del espectador. Su especial cuidado en la descripción de atuendos, objetos y elementos compositivos que dan junto con la singular atmósfera el tono justo perseguido por el autor. Hay mucho de escenográfico en sus escenas urbanas, delicadas y al mismo tiempo suntuosas y líricas. Su estilización no desvitaliza los temas abarrocados, se advierte en ellos y en sus figuras los efluvios psicológicos más inesperados en los que un aura de rubor y melancolía llega a la mayor ternura. Puede afirmarse que pocos artistas en el panorama del Arte Naïf han sabido llevar a cabo una producción tan afortunada como la de Lucaveche,que sin abandonar las constantes de esta disciplina artística, con su especial técnica y variado repertorio argumental haya logrado dejar un sello definitorio tan personal.
Tito Lucaveche
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